martes, 22 de mayo de 2018

¿A dónde iremos nosotrxs?


Y de pronto la ciudad luce vacía. Las noches urbanas se van decolorando en cierto aullido solitario, la ciudad se va desmoronando y se va quedando solita como desprendiéndose de ella misma. Las protestas, las huelgas, las marchas, el derribar de las lucecitas de neón que aplastan cuerpos, que besan la sangre y las fugas y las balas, los gritos y los pitos.

En esa soledad de invierno, en esa locura solitaria que envuelve en una revuelta de fríos a la ciudad, ahí el grito de las locas, del cuerpo de las locas en medio de otras voces. Ahí en la manada, travistiendo sus deseos, deseando sus travestismos, acuerpándose, disolviéndose, gritando, siempre gritando con esa altivez con la que solo las locas gritamos. Esos gritos que hemos aprendido en la noche, en el salvarnos el pellejo en los lugares de cruising, en el salvarnos el pellejo contra el estado nación, contra las violencias de todos los días, contra la iglesia, contra los poderes, con las locas que acomodan el culo en el financiamiento internacional. Esos gritos que hemos aprendido en nuestras revoluciones cotidianas hoy también se toman las aceras de uno u otro lado.

Es que fíjese compa que sin las locas tampoco se puede hacer la revolución. Nosotras hemos puesto la cuerpa en la lucha. En las luchas del cotidiano y en las grandes luchas que han marcado la historia del país. La montaña sin duda era algo más que una inmensa estepa verde, era ese beso en los cortes de café, era cocinar para los BLI, era pasar correos, pasar bombas camufladas, era meterse en la casa del obrero y matar al dictador aunque eso nos valiera la vida, era salir a las calles y hacer protestas universitarias, era hablar con la gente y tratar de convencerla. La montaña era también ese acuerpamiento en los años más duros del SIDA, era exigirle al cardenal que le bajara el tono a sus homilías, que esto del VIH no era solo de las locas, era enfrentar el código procesal penal y disimular la cochonada para no terminar presa, disimular las plumas en plena democracia.


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