Al
parecer Managua está condenada a vivir una historia cíclica, un constante
volver a andar el mismo camino. El 31 de marzo de 1931, martes santo, la ciudad
capital de Nicaragua es reducida a polvo por un terremoto con magnitud de 4,7
grados en escala Richter. Apenas la ciudad tenía un área urbana de 2 kilómetros
de este a oeste y de norte a sur tan solo1 kilómetro, este radio circunscribía
los edificios más importantes hechos de taquezal en su mayoría.
Para
entonces la ciudad podía ser contada por 11 cuadras a ambos lados y en ese
pequeño espacio urbano, desde 1880, se comenzaron a construir diferentes edificios
que revelaban el nuevo espíritu “moderno” de la ciudad.
El Palacio de los Gobernantes (donde es hoy el
Palacio Nacional) fue construido sobre la Casa Corredor, antiguo centro del
poder religioso durante la Managua colonial. Este palacio se hizo posible en la
administración de Adán Cárdenas quien en 1883 encargó los planos al ingeniero
Theo E. Hocke.
El Banco Nacional estaba ubicado en
la Avenida Central justo en la esquina donde es hoy la Asamblea Nacional.
De imponente estilo francés, la primera Casa Presidencial o Casa
Blanca del general Zelaya.
La calle de los mercados con el Mercado
Central que fue encargado al ingeniero Luis Cruz en 1881.
Teatro Variedades: El Gran Teatro de la ciudad, construido en 1916 por
Francisco Brockman.
El Parque Central, que lucía una hermosa
glorieta de madera en la que se realizaban conciertos de la Banda de los
Supremos Poderes.
De
esta manera la ciudad se organizaba de forma acelerada y dejaba cabos sueltos
en esta recomposición urbana. Alrededor del lago se ubicaban una serie de
caserios en los que la modernización parecía un sueño inalcanzable.
Aquel
martes santo en plena mitad de la mañana, los managuas se organizaban para
recibir los días grandes de la semana mayor. En la iglesia de San Antonio se pedía
con devoción a la Sangre de Cristo y en los mercados las gentes se aglomeraban
para comprar las provisiones del resto de la semana. Y de pronto a las 10:20
a.m. Managua fue estremecida. Las boutiques, los hoteles, ferreterías,
edificios públicos, casas particulares, todo en su mayoría se desplomó.
Y como
si no bastara con la tragedia venida de la naturaleza, los marines yankees
demolieron e incendiaron con dinamita algunas edificaciones que apenas sobrevivieron.
Se calculan 1,500 muertos, algunos fueron rescatados y enterrados en el
cementerio occidental (hoy cementerio central o cementerio de Monseñor
Lezcano). Cerca de 20,000 damnificados ocuparon zonas aledañas al lago Xolotlán,
la Explanada de Tiscapa y el Parque Darío.
El
mismo día se decreta Estado de Guerra a través de la Ley Marcial, el gobierno
se traslada a Masaya, el 14 de abril se nombra como jefe del comité Central de
Reconstrucción al General Anastasio Somoza García. Este evento le valdría el
reconocimiento del pueblo de Managua como el Hombre del futuro, el Hombre que
trajo la prosperidad y el progreso a la ciudad, sería una de las cartas que
Somoza García jugó eficazmente para congraciarse con la ciudadanía.
El Obispo de Granada Monseñor José Canuto Reyes y Balladares publica una carta pastoral titulada: El Dedo de Dios está aquí y dejaba en claramente abierta un herida que leoneses y granadinos tenían desde el siglo XIX, en dicho documento Monseñor Reyes señalaba que la ciudad había sido destruida porque era la cuna de inmoralidad y la juerga. Sin embargo de fondo se mueve el sentimiento opositor a que Managua le quitara en 1852 la hegemonía capitalina a ambas ciudades.
El Obispo de Granada Monseñor José Canuto Reyes y Balladares publica una carta pastoral titulada: El Dedo de Dios está aquí y dejaba en claramente abierta un herida que leoneses y granadinos tenían desde el siglo XIX, en dicho documento Monseñor Reyes señalaba que la ciudad había sido destruida porque era la cuna de inmoralidad y la juerga. Sin embargo de fondo se mueve el sentimiento opositor a que Managua le quitara en 1852 la hegemonía capitalina a ambas ciudades.
El
terremoto de 1931 es una suerte de parteaguas para la historia de Managua al igual
que el terremoto de 1972. Por diferentes razones muchos sitios han sido
borrados de nuestra historia urbana, caminamos por calles que antes fueron
otras, atravesamos esquinas que antes fueron otras, caminamos sobre asfalto que
antes fue otro, como si nosotros mismos nos fuéramos borrando y perdiendo en
medio de esta geografía sin memoria y con un rostro en constante cambio.
Aquí
dejo mi pequeño homenaje para aquel martes santo, martes 31 de marzo de 1931.
Aquí dejo mi homenaje breve a 84 años de distancia.