A Persona Núñez
Tal
vez lo único que decir como pretensión escritural desde un cuerpo políticamente
no inaugurado en nuestro continente sea el balbuceo de signos y cicatrices
comunes.
Pedro Lemebel
Desde hace un par de años en
Managua se organiza un evento llamado Operación
Queer, evento que pretende a través del arte y la reflexión política dinamitar
las nociones de género en la geografía nicaragüense. Este año me tocó vivir
desde adentro algunos episodios de dicho evento, produciendome cierto sin
sabor y sobre todo obligándome a la reflexión de los discursos políticos emitidos
desde el pódium de Operación Queer.
De mi vivencia elaboro un breve análisis que espero abone al diálogo y a la
consecución de nuestras reflexiones.
- Operación Queer: cuál es tu cochonada? Pensando las definiciones: Queer y Cochón
En el evento de este año
saltan a la vista rápidamente dos conceptos: Queer y Cochón. Visiblemente
utilizados como categorías epistemológicas para la producción de identidad grupal
y crítica a la heteronorma. Ambos conceptos resultan complejos y polémicos,
pues detrás esconden un universo simbólico que conforma la performatividad de
la palabra.
Lo Queer como término, como herramienta epistemológica, nace en
Estados Unidos durante los años 90. Es resultado de las acciones, luchas y
empujes de los grupos que fueron marginados de la comunidad LGBT. Autonombrándose
“raros” estos excluidos comenzaron a pensar sus prácticas en oposición a los
activistas blancos y de clase media que se acomodaron en los aparatos políticos
más ortodoxos del estado gringo. Desde entonces lo Queer funciona como utopía para repensar las performatividades del
género, para pensarnos más allá del sistema binario hombre/mujer, para pensar
lo que incluye y excluye, para pensar el género y la sexualidad como algo no
estanco, como algo en constante movimiento[1].
Desde entonces esta teoría
se ha trasplantado a América latina como discurso hegemónico y dominante para
pensar nuestras prácticas sexuales y de género. En nuestro país quienes dominan
el aparataje teórico sobre lo Queer constituyen un círculo excluyente, clasista
y etnocentrista. Implementan las normas de lo Queer a las prácticas sexuales
que se quedan al margen del binarismo heteronormado y de las formas hegemónicas
de lo gay y lo lésbico. Dicho círculo se convierte en un mediador entre los
subalternos (denominados muchas veces disidentes sexuales) y los estructuradores
de la heteronorma, esto le quita agencia a dichos sujetos y los sigue dejando
al margen, sin voz, sin acción. Operación Queer no escapa de la norma de quien
tiene el poder intelectual.
Como contrapeso a lo Queer este año se suma la palabra Cochón. La
figura del cochón[2] ha sido construida desde la
heteronormatividad. Los dos posibles orígenes del vocablo, tanto el posible origen
indígena como el posible origen francés, utilizan la palabra de forma
despectiva. Según Enrique Peña Hernández en México se usaba la palabra coyón
(procedente de coyoni) y designaba al cobarde, a la persona que se corre[3]. Por
otro lado encontramos la traducción de la palabra francesa cochón: cerdo.
También designada para referirse al hombre sucio.
A
partir de esta construcción léxica se define una construcción visual del cochón
y se edifica sobre la figura de la feminización masculina, pues en nuestro
contexto es únicamente cochón el hombre que muestra una performance de género
feminizada. Apunta Patricio Welsh: Solo
el pasivo es considerado cochón, el activo no es considerado y no se considera
homosexual e incluso la experiencia puede ser asimilada como fuente de
virilidad y poder[4].
A partir de esta definición
reduccionista del cochón, Operación Queer trata de ampliar el significado para
utilizarlo como sinónimo de disidencia sexual y de género en nuestro país. Es
decir tratan de resignificar el vocablo y llevarlo a otros planos de acción política que van más allá de lo homosexual.
Tratan de llevar la “cochonada” al
lugar de la “disidencia sexual”
entendida esta como “hacerse aparte”,
aquí se incluirían a aquellxs que se apartan de las normas del hombre, la
mujer, del gay, de la lesbiana, de la feminista, del machista, etc…sin embargo
esto se queda a nivel de discurso envuelto en un halo de oropel y lentejuelas,
de divertimento, de risa sin politización, se queda incluso en un nivel de
cúpula intelectual que excluye a los que pretende incluir.
Esto me hace pensar que
dentro de Operación Queer, lo Queer como término importado y lo Cochón como término resignificado desde
la teoría y no desde la práctica nicaragüense se están convirtiendo en sinónimos
de poder. Al igual que en un momento de nuestra lucha lo gay se convirtió en un signo más del sistema dominante, así lo
expone Pedro Lemebel:
Lo
gay se suma al poder, no lo confronta, no lo transgrede. (…) Lo gay acuña su
emancipación a la sombra del “capitalismo victorioso”. Apenas respira en la
horca de su corbata pero asiente y acomoda su trasero lacio en los espacios
coquetos que le acomoda el sistema. Un circuito hipócrita que desclasa para
configurar otra órbita más en torno al poder. [5]
Lo Queer y lo Cochón desde
el escenario del evento busca posicionarse desde lugares de poder dentro del
sistema nacional. Llámese Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, Galería Códice,
Universidad Centroamericana o Tabú Discoteque. Al mismo tiempo hay una
necesidad de ser avalados por dichas instituciones, esto queda evidenciado con
la censura a la muestra de arte del evento. Al ser censurada en el Centro
Cultural Pablo Antonio Cuadra la muestra se mueve hacia la Galería Códice, uno
de los espacios de las artes visuales más importantes del país. Lo Queer y lo Cochón no irrumpe, ni fractura, ni transgrede, más bien se acomoda
al espacio que el sistema le ofrece.
Entonces pienso nuevamente en
la postura que margina y excluye, que marca límites cuando debería ser
incluyente, que erige fronteras homogenizando al grupo al que pretende dar voz,
pienso en la postura que se traviste de escenario liberador y que solo entra en
una nueva dinámica de poder que sigue dejando fuera a los que en sus prácticas
cotidianas asumen la disidencia sexual. Me pregunto si seguimos colonizándonos a
través de lo Queer o si lo cochón reivindica la construcción ficticia de lo que somos para
la heteronorma? Me pregunto si realmente estamos construyendo un discurso que
se nutre de la práctica cotidiana de quienes transgreden la norma sin tan
siquiera llamarse disidentes sexuales? Estamos tratando de darles voz y agencia
o simplemente seguimos en el círculo de poder que se construye sobre ellxs?
- La fiesta performática: violencia y género.
Operación Queer cerró con un
evento denominado Fiesta Performática
en la Discoteca Tabú (último bastión de la Managua discotequera dedicado al
público de la diversidad sexual). Después de pensar un poco si iba o no al
cierre del evento decidí asistir empujado por el enamoramiento y la curiosidad,
pues se anunciaban un par de performances y yo estaba interesado en verlos.
Al llegar al lugar me doy
cuenta de las apropiaciones performáticas de lo Queer que algunos participantes
lucían a través de sus vestuarios. Mujeres que tenían sobre el rostro barbas
pintadas con lápiz negro para ojos, hombres travestidos, barbados, con faldas
cortas y tacones altos, con lycras y cascos de constructores, con grandes
sombreros femeninos, con maquillaje de fantasía. Podría decir que estaban travestidos
con los signos con los que el discurso hegemónico heteronormado ha construido al
hombre y a la mujer. Esto enmarcado en un espacio dirigido a la diversidad
sexual. Si lo Queer y lo Cochón se plantea como ruptura, como
puesta en crisis del discurso de poder, aquí no encuentro ese sentido político,
ese acto de habla que está detrás de dichas palabras. Todo está dentro de los parámetros
de la norma y más bien siento que dicha apropiación funciona como una vitrina
de oropel que refuerza la ficción banal sobre lo Queer y lo Cochón. Sentí
que no había realmente una democratización de los conceptos utilizados en el
evento, desde dónde y cómo nos estamos apropiando de la transgresión? Estamos realmente
transgrediendo? Queremos transgredir?
El lugar poco a poco se fue
llenando y anunciaron los performances, ambos hechos por performerxs
costarricenses invitadxs al evento. Los performances mostraban procesos
violentos vividos por ambxs performers, exponían las heridas abiertas desde los
cuerpos, desde las vivencias, desde los sufrimientos producidos por los
mecanismos de poder sexual y de género. Al presentar los trabajos al público
asistente a la discoteca me evidenció una vez más el vacío, la frivolidad y la
superficialidad del mundo LGBT. Al iniciar el primer performance y cuando la performer
estaba semi desnuda voces femeninas le gritaban: querés que te culee? Estas rica!-
entre otras cosas. Sin contar que durante el segundo performance un performero
que estaba en el público desnudó al performer que estaba en el escenario
(desnudo que no era parte del performance). Ambos actos además de evidenciar lo
antes expuesto, muestran niveles de violencia generados dentro de los márgenes de
la “libertad”.
Luego en medio de gritos y
aplausos aparecen los organizadores del evento y se interpelan con la pregunta:
Cuál es tu cochonada?, por supuesto hay una diversidad de respuestas que
provocan en el público la risa, la burla, la catarsis de media noche. En ese instante pienso que la fiesta
performática, el cierre de la Operación Queer, no es más que un momento para el
figureo y el divismo, para jugar a la lucha de poderes y querer instaurar
protagonistas dejando a un lado el NOSOTRXS
e imponiendo el YO.
- Y entonces?
Al finalizar mis reflexiones
solo quiero apuntar que apenas esto es una percepción de una loca preocupada
porque realmente se construyan espacios inclusivos para pensarnos. Con estas
palabras no quiero reducir a menos el trabajo de Operación Queer más bien quisiera que desde los organizadores se
pensara la liminalidad del evento entre la hegemonía y la subversión. Hay una frontera
casi efímera, escurridiza, que está ahí latente, visible e invisible. Por eso
para finalizar me pregunto dónde está la trans que se prostituye en los
mercados, en la avenida Bolívar o en los bares de mala muerte en cualquier
rincón del país? Dónde está la trans que no sabe de teoría Queer pero que
trans-grede la norma cotidiana? Dónde está la mujer que sobrevive al abuso
sexual y tiene que vivir el día a día con la mirada acusante de la heteronorma?
Dónde está el niño feminizado o la niña masculinizada que tiene que emigrar del
campo a la ciudad en la búsqueda de una identidad liberadora y sólo encuentra en
la ciudad una violenta imposición de poder? Dónde está la loca que no es
deseada por la musculoca en la discoteca? Dónde están aquellxs que son
disidentes sexuales sin tan siquiera asumirse como tal? Estamos construyendo lo
Queer y lo Cochón como lugares homogéneos o heterogéneos? Realmente hay en Operación
Queer una práctica disidente o solo se acomoda a los ejercicios hegemónicos de
poder?
[1] Esto es
apenas un esbozo de las líneas de estudio que traza la teoría Queer. Su campo
de acción es mucho más amplio y enriquecedor. Pueden verse autores como Judith
Butler, Teresa de Lauretis, Donna Haraway, entre otros.
[2] Acepción
con la que se designa al homosexual en Nicaragua.
[3] Ver:
Arellano, Jorge Eduardo: Origen del vocablo cochón, en El
Nuevo Diario, 26 de julio de 2014. Versión digital.
[4] Welsh,
Patricio: Un cochón es un gay? Homofobia y Patriarcado en Nicaragua, en
El Nuevo Diario, 6 de julio de 2000. Versión digital.
[5] Lemebel,
Pedro: Loco afán, Crónicas de sidario, Ed. Anagrama, España,
2000, p. 127
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