Se murió la Ronaldinho. Así sin más, mientras mi barbero me
cortaba el pelo me contó la historia o al menos lo que en el barrio se comenta.
Me quedé impávido, viendo como caía mi pelo mientras en mi cabeza resonaba su
imagen y aquella historia.
Ojalá esto fuera un escrito de ficción pero lastimosamente
no lo es. La última vez que la vi fue saliendo del trabajo. Caminaba por las
calles oscuras de batahola. La Ronaldinho cuatro veces lumpen para esta
sociedad que mata: loca, travesti, muda y trabajadora sexual.
El barbero me cuenta que andaba en lo suyo. Se fue a
trabajar con unos tipos, a darles placer. Uno de ellos bebió de más, la golpeó
y de la paliza murió. El asesinato quedó impune como muchos otros que se suman
a la lista. Lista invisible que al parecer se llevan los muertos.
El sistema social en el que vivimos mata a todo aquello que
considera femenino y por ende débil. Muchos crímenes de odio, muchos asesinatos
de homosexuales suceden por misoginia. Puede parecer exagerado pero a fin de
cuentas la homofobia es una variante de ese miedo a lo femenino que deviene en
violencia sobre los cuerpos que se salen de la "norma". Por otro
lado, pienso en el trabajo sexual travesti como un espacio que aún no tiene ni
la fuerza, ni la importancia que se merece dentro de las agendas de muchos
colectivos.
La muerte de la Ronaldinho me lleva a pensar en la meritocracia
del mundo homosexual y la alianza de los colectivos con la empresa privada.
Alianza que apertura espacios chic de homosocialización y que no hace otra cosa
que Ampliar las fronteras clasistas en el mundo lgbt de esta ciudad.
La mataron y no pudo decir nada, pues la loca muda no era un
cuerpo deseable para las voces que optan por las bellezas colonialistas. La
loca muda, la loca discapacitada no pudo decir nada ante el asesinato, ante el
crimen de odio, ante los puños de la violencia misógina que la reventaron hasta
silenciarla para siempre.