A
Persona Núñez García[1]
Uno
Este
lirismo cochón huele a hombre sudado, a macho y loca sudando en un baño público
como si la vida se esfumara por los poros. Este lirismo que confundirán con una
voz poética cobarde y femenina, con un sujeto desdoblado en quien sabe qué
palabra. Este lirismo que se queda escrito para siempre en mi cuaderno. Lirismo
silente que no encuentra anclajes en monumentos, en edificios progresistas, en
estampas, en escudos, en luces de neón, en besos públicos, en tardes de
domingo.
Comprenderán,
quizás, que este lirismo me deshoja como los tibios ríos de la muerte; como la
lluvia metálica del asfalto urbano; como la asfaltada letra que nunca escribiré
en un diario viejo.
Este
lirismo cochón trastornado y sucio, de izquierda, centro, derecha, de hombres
con raras costumbres, de cifras sidóticas y de hemorroides casuales. Este
lirismo es tan solo es, es solo tan es lirismo este, acochonado y revuelto como
las veces más que he besado a la muerte.
Dos
Una
también ha sido rechazada. Se cree que en el guetto, en el mundo underground de
las abyecciones, se cree que en el circo imperial de las plumíferas rarezas
todos somos hermanos… Pero la verdad, la verdad es otra, quién es dueña de la
verdad, ¿quién reconoce a la Drag Queen justiciera?
Tres
La
electrificada urbe que deselectrifica. Se dañó la planta dicen algunos. ¡Si!,
se nos dañó la planta de los pies por querer andar a oscuras sin vernos la
palma de la mano. Se nos dañó también de marchar y marchar y marchar una y otra
vez a la sombra de los próceres y los placeres patrios. La electrificada urbe
se deselectrifica, ¿quién la electrificará?
Cuatro
¿Por
qué vuelven las cosas? ¿Por qué miran las locas? Por qué este lirismo cochón
que no será escrito en ningún diario viejo y sepia, en ningún diario bucólico y
costumbrista románticamente exótico y oxidado. Basta con ser una mismo, uno
misma y saltar la verja de los besos ágiles. ¡Saltemos la verja!, ¡Saltemos la
verba!, ¡Saltemos la verga!, ¡Saltemos las cuerpas! Las cuerpas lánguidas de
locas tercermundistas que se deslumbran ante el olor del detritus imperial.
¿Por qué marchamos? ¡Por el marxismo! ¿Por qué marchamos? ¡Por el comunismo!
¿Por qué marchamos? ¡Por la democracia neoliberal! ¿Por qué marchamos? ¡Por la
calle rota y el hambre! ¿Por qué marchamos? ¡Por perras! ¿Por qué marchamos?
¡Por el Sarcoma y el Kaposi! ¿Por qué marchamos? ¡Por el lirismo cochón!
Cinco
Después
de la tormenta viene la lluvia, la brisa, los estragos, el silencio y los
llantos y después, mucho después viene la calma. Pero eso es mentira, es otra
de las teatralidades múltiples que nos vende el grindr, el manhunt y el chat.
Después del contacto viene otro contacto y así nos vamos contactando con la
apostrofe del morbo, del sexo riesgoso y morboso, del semen desconocido
contraído en el esfínter rojo. ¿Por qué marchamos? ¡Por el esfínter rojo! ¿Por
qué marchamos? ¡Por el esfínter roto! ¿Por qué marchamos? ¡Por los tacones
rotos! ¡Cochones sí, pero con dignidad!
Seis
La
sidótica manía descontrolada. La chinfónica orquestación del esfínter rojo. La
bala que me hiere es una bala líquida y blanca y si me hiere las plumas será
bala con alma. Drag drag drag, queen queen queen. De dos en dos, de cien cien,
de mil en mil. Drag drag drag, queen queen queen, vienen las locas cargando el
fúsil. Un trozo de tus labios es casi como el infinito afecto de cargar la
pesada ciudad cuesta arriba. En este travestido vacío se espermea la
posibilidad sifilítica de una poesía trans: transoceánica, transportista,
transvestida, transnacional, transpasada de moda, translúcida en su hastío de
vaselina, transdivina en sus luces de neón urbano, translíquida, translíquida,
translíquida. Transquilamente deshecha después de la lluvia.
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