La dictadura somocista estuvo cimentada en un círculo de intelectuales con ideales nacionales colonialistas y fascistas. Durante los años 30 del pasado siglo Los Reaccionarios, mejor conocidos como los poetas Vanguardistas, articularon un sistema nacional que tenía como algunos ejes fundamentales la figura del Hombre Fuerte relacionada al sistema de poder propuesto por Franco, un sistema cultural indohispánico que veía en el pasado ibérico colonial la estructura “salvadora del caos nacional” y la construcción de una ciudadanía fundada en los valores católicos y mestizos. Tanto Juan Pablo Gómez en su libro Autoridad/Cuerpo/Nación. Batallas culturales en Nicaragua (1930-1943) y Julio Valle Castillo en el prólogo a Ópera Parva dan cuenta de la fundación de este sistema nacional y la ideología de estos intelectuales.
Uno de los resultados de este posicionamiento nacional fue la criminalización del sujeto homosexual afeminado. La dictadura somocista construyó políticas de control y saneamiento social que repercutieron sobre el cuerpo masculino feminizado. Por consiguiente este cuerpo fue rechazado de la esfera pública por parte del Estado nicaragüense. Se crearon mecanismos de devaluación del cuerpo del sujeto y del espacio. Se utilizaron medios de comunicación escrita y grupos de control como la Guardia Nacional para “sanear” los cuerpos viciosos. El Estado tuvo políticas de regulación social para los espacios de homosocialización y los sujetos/usuarios. Para mantener sus ciudadanías puras y sustentar su sistema de autoridad la dictadura somocista construyó un discurso que criminalizaba los espacios de homosocialización y al sujeto/usuario. Esta actitud no es exclusiva, ni fundante en el contexto somocista. Desde la colonia se tienen registros de la persecución y criminalización del sujeto homosexual. Erick Blandón en su libro Barroco Descalzo dedica un capítulo para analizar este período. Por otro lado, a inicios del siglo XX los diarios publicados en la ciudad dan cuenta del escarnio público y la criminalización del sujeto afeminado y travestido.
En las décadas del 50, 60 y 70 del pasado siglo no solo la dictadura somocista criminalizó el mundo homosexual. Los intelectuales Reaccionarios al formar parte de diversos grupos de poder en el país llevaron sus ideas a otros espacios. En esta época en el diario La Prensa Pablo Antonio Cuadra, uno de los líderes más notorios y prolíferos de dicho grupo de intelectuales, alternaba funciones de editor en jefe con Pedro Joaquín Chamorro. El 8 de abril de 1969 en dicho periódico apareció la siguiente nota editorial:
“Vigilancia para la inmoralidad.”
Mientras la sociedad cristiana desprovista de toda seguridad policial celebraba los días santos, en un lugar de Managua, un grupo de invertidos sexuales se entregaba en gran sodomía y bajo la vigilancia de dos agentes del orden, a efectuar una de las fiestas más repugnantes de que se tenga conocimiento en Nicaragua…. Si ya es un atentado contra la moralidad el que tales fiestas, símbolo de otra de las crisis de Nicaragua: la moral, se efectúen precisamente en los días que la sociedad cristiana del mundo ha consagrado para meditar bajo la luz del Redentor, más nefasto resulta, el que esas fiestas, gocen de protección policial, cuando lo sano, lo correcto, lo lógico y lo normal dentro de una sociedad que trata de preservar sus esencias, es que los agentes del orden, actúen para resguardo de esa sociedad. El hecho demuestra que Managua, estuvo al descubierto moral y materialmente. (p.2)
La nota editorial no está firmada. Sin embargo, por el estilo con que se escribe, intuyo que Pablo Antonio Cuadra fue el artífice de estas palabras. En ella se evidencia la pugna entre una ciudadanía pura (católica, cristiana, sana, correcta, lógica), que conforma el centro heteronormativo, y la ciudadanía desviada (sodomita, repugnante, enferma, ilógica, invertida sexual, incorrecta). Esta nota es un ejemplo decidor de la visión que se tenía del mundo homosexual en el pasado siglo.
Desde aquella publicación hasta la actualidad han pasado exactamente 48 años. El pasado 10 de junio el mismo periódico publicó un artículo titulado ¿Quién tiene la última palabra? Firmado por el médico neurorradiólogo Enrique Jiménez. En este escrito hay un lastre de las ideas planteadas en la editorial de los años 60. Al iniciar el escrito el autor dice: “Es innegable que la humanidad del final del siglo XX y el comenzar del XXI, vive repuntes insospechados y artificiosos de corrupción, homosexualidad, xenofobia y lo que percibo como una actitud que contrapone diametralmente en su conducta, el descaro con el decoro, la realidad con la ficción, dando la impresión que no sabe si está viviendo o jugando a vivir.” Lo primero que anoto es la mirada caótica que el autor tiene sobre el pasado, después la enunciación de la homosexualidad en línea con la corrupción y la xenofobia conformando una triada que se visualiza desde el conductismo, luego una contraposición entre el descaro y el decoro como puntos extremos de la moral.
Después en los siguientes párrafos hace alusión al mundo hippie de la liberación sexual. En él encuentra una desviación “hacia las drogas” y enmarca a este movimiento social en la extravagancia. Quiero señalar aquí que durante la dictadura somocista también el mundo hippie fue criminalizado y se relacionó con el consumo y tráfico de drogas. Más adelante retoma el tema de la homosexualidad y lo lee desde los fundamentalismos religiosos, dice: “La homosexualidad, realidad vivencial cuyas entrañas solamente puede desentrañar quien la vive, sus causas al margen de la enseñanza de la Escritura son siempre polémicas.” Después de dejar entre dicho que la Escritura (la biblia) es donde radica la Verdad sobre la homosexual, metaforiza la visita del primer ministro de Luxemburgo y su pareja homosexual al Papa Francisco con la relación entre la Samaritana y Jesús, subrayando con el pasaje bíblico en el que el Hijo de Dios se deja bañar la cabeza con perfume por la mujer de “mala vida”. El autor de forma subliminal relaciona la homosexualidad con el pecado y remata diciendo “no es asunto de prejuicio, sí lo es de juicio sano”. En estas citas podemos ver la misma tensión de hace 48 años en el que una ciudadanía pura sustentada en los valores católicos se enfrentaba con una impura, desviada, corrupta.
Al final del texto el autor hace un llamado al hermanamiento y la aceptación entre el mundo homosexual y el heterosexual. Exhorta a la restauración social mediante la educación, instrucción y moralización ¿acaso no estamos viendo aquí la “crisis de la moral” a la que hace alusión la editorial de 1969?
Dentro de 17 días en Managua se llevará a cabo la 12va Marcha del Orgullo LGBTI y pienso que aún quedan muchas batallas por ganar. El diario La Prensa ha abierto sus páginas a un escrito que me remite al pasado somocista que nos criminalizaba como sujetos diferentes. Mi pregunta es ¿cómo un periódico que se dice enemigo y crítico de las “dictaduras” es capaz de publicar esto? ¿Cómo un periódico que pregona la democracia, la libertad y el servicio a la ciudadanía publica esto? Quizás haya muchas respuestas. Sin embargo, la única que me surge es que en la actualidad sobreviven en este espacio de prensa escrita sedimentos de las ideas fascistas y dictatoriales propuestas en los años 30 del siglo pasado.
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