jueves, 29 de junio de 2017

Nuestras memorias, nuestras revoluciones: Nicaragua otra hora cero.

El 28 de junio de 1969 en el bar newyorquino Stonewall Inn la voz desgarradora de una mujer trans de ascendencia latina gritaría: Gay Power!. Con este grito Sylvia Rivera iniciaría una serie de sucesos violentos que llevarían a la libertad del movimiento LGBTI en Estados Unidos. El eco de esa mujer trans pariría diversos grupos que hoy se toman las calles cada 28 de junio para celebrar el orgullo de ser diferentes. En Nicaragua un primer suceso de nuestra historia reciente que marca la lucha de nuestra diferencia es el asesinato de Anastasio Somoza García en 1956 por manos de Rigoberto López Pérez, pues aunque en la historiografía oficial no se asuma a este como homosexual es un secreto a voces que el poeta leonés mantuvo relaciones amorosas con Rafael Corrales. Este suceso marcaría la hora cero de la lucha del deseo diferente. 

Durante los años 60 y 70 la dictadura somocista construyó un discurso que criminalizaba a la homosexualidad. Muchas locas y lesbianas fuimos encerradas en las cárceles y exhibidas en el periódico Novedades como deshonrosos criminales. Sin embargo, el gay power vino siempre desde abajo. En las calles tuvimos mil y un nombres conformando un alfabeto cochón barroco que se fundía con las memorias de nuestras ciudades. En Managua nos hicimos llamar: la Anita del Mar, la Chanel o Chanela, la Guillermina, la Rana Murillo, la Reina del Twist, la Peruana, la Lucero, la Negra Selina y la Selinita, la Piel Canela, la Gallina, La Reina de los Tártaros, la Bamba, la Venada, la Rocío, la Flor, la Sondy Gay, la Chinita Bonita o la Chinita Gay, la Giorgina, la Carmen Belanllevis, la Chacha, la Lucha Maldita y  la más importante y popular: la Sebastiana que junto a La Caimana formarían dos referencias indisolubles de aquella ciudad. También aparece en este desfile de nombres la cara de la dictadura somocista: Bernabé Somoza Urcuyo, hijo de Luis Anastasio Somoza Debayle e Isabel Urcuyo, Bernabé o la Barnabi. La elite también toma rostro y forma en los nombres de Carlos Manfut, Jimmy Tefel, la Conny Mercado y Elvir Espinoza mejor conocido como la Elvira. Y en esta época una ciudad letrada cochona aparece travestida en la cultura nacional: José Debb Mcnell, Alberto Ycaza, Omar DLeón, Rolando Steiner y Leoncio Saenz, son algunos de los artistas fundamentales que lograron sobrevivir al discurso que criminalizaba nuestros afectos. 

Nos sumamos a la lucha clandestina en contra de la dictadura somocista mientras en américa latina se conformaban grupos de libertad sexual. Nosotras nos sumamos a la efervescencia revolucionaria y después del 19 de julio de 1979 aplaudimos en las esquinas los discursos del Hombre Nuevo, alimentando con nuestras pestañas falsas los ideales de una opción diferente, de una opción nuestra. Sin embargo, nuestra diferencia empezó a ser vista como un mal somocista, un mal que atentaba contra el futuro del Hombre Nuevo. No obstante algunas de nosotras pudimos insertarnos en espacios artísticos e incluso subimos al escenario gubernamental. Muchos artistas homosexuales engrosaron la militancia de aquellos años y la comandante Dora María Téllez sería el más alto símbolo lésbico de nuestra historia revolucionaria. Y también fuimos al servicio militar a defender los intereses de la patria rojinegra. Entonces en 1987 vino la marca del SIDA. Algunos empezamos a morir por la pandemia rosa y otros nos organizamos alrededor de la comandante ministra de salud y empezamos a construir colectivos clandestinos como forma de contrarrestar lo que hoy se recuerda como los años más duros del cáncer rosa. En esa década justo en 1989 homosexuales y lesbianas hicimos presencia pública en lo que sería, al menos simbólicamente, nuestra primera marcha del orgullo. En el décimo aniversario de la Revolución popular Sandinista se vió desfilar a 50 homosexuales y lesbianas con camisetas negras y triángulos rosados. Era la hora cero para hacernos visibles y mostrar opciones aparte del Hombre Nuevo. 

Y vino la paz, la democracia, el neoliberalismo con su discurso de borrón y cuenta nueva. Y mientras la presidenta ascendía los brazos al cielo en sinónimo de victoria nosotras fuimos criminalizadas con el artículo 204 del código procesal penal, el artículo contra la sodomía. Esa óptica del Estado hacia nuestras diferencias más la propagación del virus nos hizo colectivizar con más fuerza las luchas. Aparecieron entonces asociaciones fundacionales que abrirían paso a lo que vendría después: Xochiquetzal fundada por las lesbianas feministas Hazel Fonseca y Mary Bolt González y Nimehuatzin dirigida por Rita Arauz. También aparece SHOMOS, Nosotras, el Grupo por la Visibilidad Lésbica, Puntos de Encuentro e Ixchen. Por su parte Sergio Navas activista homosexual puso las bases en ASONVIHSIDA continuando las demandas de las personas vih positivas. Gracias a los esfuerzos colectivos diversos espacios abrían sus escenarios a nuestras voces. Entre ellos el Centro Cultural Coro de Ángeles en donde se llevó a cabo el primer festival cultural LGBTI. Mientras tanto el ministro de educación Humberto Belli tildaba los planes de educación sexual como moralmente repugnantes y comparaba nuestros afectos con el sexo entre animales. Mientras tanto la iglesia católica en sus homilías arremetía contra los “sodomitas” y exponía que el vih era la paga del pecado. Era la hora cero para colectivizar nuestras luchas. 

Hoy celebramos la doceava marcha del Orgullo LGBTI. Sin embargo, nuestras memorias develan un período largo de luchas constantes. Es la hora cero para darnos cuenta que sin feminismo no hay orgullo, que sin sororidad no hay orgullo, que si no terminamos con la lesbo, homo, transfobia dentro de nuestro movimiento no hay orgullo, que si no visibilizamos el orgullo bisexual e intersexual no hay orgullo, que sin posicionamientos críticos no hay orgullo. Es la hora cero para pensarnos desde nuestras diferencias y saber que no somos una maza comerciable ante el financiamiento internacional, que somos más que siglas, que no somos homogéneos y que tenemos demandas diversas, que somos sujetos y sujetas capaces de ser libres. Es la hora cero para dejar de resistir y asumir el escenario político para subvertir el presente y avanzar hacia el futuro.


Nota: Este discurso fue leído en el acto central de la 12va marcha del orgullo LGBTI en Managua. 28 de junio de 2017... llueve.

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